Monday, April 30, 2007

Josefina

El cambio de residencia significó naturalmente muchísimos cambios de rutinas, detalles y entornos cotidianos. Y, por ende, muchísimas compras. Todas en tiempo record y tremendamente agotadoras porque, lamentablemente, cualquier cosa no da lo mismo cuando se trata de ambientar tu lugar más personal e inmediato: dormitorio y baño.
Sólo estos dos lugares copaban mi atención, ya que todo el resto debía ser estandar y neutral, para que se ajustara a los tres residentes del espacio común.
Siempre me atrajo la combinación café moro-dorado-fucsia. Se que suena entre cabaretera y kitch, pero la verdad es que terminó viéndose bastante bien. Mucha madera oscura, unos toques naranja y algo de metal opaco terminaron dándole forma a un lugar bastante agradable para llegar a desplomarme cada noche, así de cansada terminaba todos los días de mis primeras semanas en la nueva office.
Al principio, estuve tentada de regatearme el colchón, pero cuando comprendí que definitivamente era el lugar con el mayor potencial de brindarme los máximos placeres - descanso, sueño y otros -, se acabó la coñetería y desembolsé lo necesario por el modelo que eligió mi agotada humanidad, de pasadita probablemente el más caro de todo Chile. Ahí quedó el pasaje de ida y vuelta a Europa, tasas de embarque e impuestos incluidos.
Luego siguieron la ropa de cama y las cortinas. Gasté cinco veces más de lo que pensaba en el primer ítem y diez veces menos de lo que esperaba en el segundo. Balance positivo? creo que sí.
Mi baño quedó tan fucsia que dudo que alguna vez mi hermano se atreva a entrar siquiera a orinar de carrerita, lo cual por otro lado era parte de la idea. Pero se ve lindo y vivo, y cada día tengo gratos despertares con preámbulos fucsia antes de mi ducha matutina.
Aún así, todo se veía bastante piloto antes que ubicara mis libros, revistas, discos, pinturas y botellitas varias. Ahí empezó a parecerse el lugar un poco a mí, y yo a sentirme más yo en este nuevo lugar.
También compré una silla - mi elemento decorativo fetiche - realmente hermosa. Encontré unos cojines chiquitos adorables para ella, y a veces aún me paso un buen rato sólo mirándola. Y es tán cómoda para sentarse a contemplar...
Fuera de mi dormitorio, nada es mío realmente. Sólo aporté una lámpara de pie y una mesita con equipo de música viejos. La primera la compré en mi primer intento de independencia. El equipo fue la primera compra que hice con el primer sueldo de mi vida, ganado cuando todavía estaba en la U. Aún suena, aunque el lector de CD funó hace rato.
En la terraza puse una planta, un hijuelo que le saqué, con ayuda de mi madre, a una planta que obligué a A que me regalara. En realidad me la apropié una vez en su casa, y creo que accedió gustoso. Creo que le gustó mucho la idea. A él siempre le han gustado las plantas, igual que a mi madre. Creo que le dan tranquilidad, mientras que para mi madre significan vida. En realidad no se el nombre de esta planta, ni tampoco me ha nacido darle uno propio. No había ninguna otra en la pelada terraza en ese momento.
Hasta que llegó Josefina. Josefina es un ibisco que da flores color crema, y que por capricho de su padre tiene tres acompañantes (el nombre se me olvidó) en su maceta, las que - como él mismo se encargó de dejar en claro - son anuales, o sea, se van a morir.
Josefina lleva el segundo nombre de su padre y es tan cambiante de humor, delicada y mañosa como él. Llegó sin previo aviso como regalo de Navidad el año pasado, y desde entonces me ha demandado gran cantidad de tiempo y cuidados, pero también grandes alegrías cada vez que estrenaba una nueva flor abierta. Ese sólo hecho me proporcionó una emoción que hasta entonces yo no conocía.
Pero es tan caprichosa... me costó montones saber cuánta agua y con qué frecuencia la necesitaba, si era mucha o poca luz, cuál era la ubicación más adecuada, si le faltaban o no nutrientes, que las flores se caían sin haber abierto, que las que florecían duraban sólo un día... carajo, cómo se puede ser planta y ser tan delicada!!!
Varias veces me enojé con ella, otras le hablaba, tocaba sus hojas, trataba de razonar con ella, averiguar qué necesitaba... yo, sí, yo misma, a quien nunca le importaron las plantas porque precisamente captaban toda la atención y tiempo de mi madre y a mí eso me daba rabia.
Alguien me dijo que, a través del regalo de Josefina, su padre estaba tratando de decirme algo. Una vez le pregunté a él sobre ello, y él me dijo que quería que yo tuviera siempre algo con qué recordarlo.
También le escuché una vez que estaba listo para ser padre.

Mirando atrás, creo que definitivamente uno debería tomarse más en serio este asunto de andar dejando vida dispersa.

Monday, April 23, 2007

Pisando hojitas

Me encanta estar en otoño en Santiago.
No importa el taco, el transantiago o el calor que se va yendo; sólo sentir todo este movimiento alrededor mío me llena de energía.
Siempre algo entretenido que hacer, siempre un lugar nuevo que visitar, siempre una nueva película estrenándose, siempre un vitrineo pendiente, siempre una llamada por entrar.
Si uno quiere evadir pensamientos/ideas/recuerdos que compliquen, éste es el lugar para enajenarse de ellos. O al menos a mí me ha resultado bastante.
En mi vida anterior (saaaaaaa!!!) ahora me doy cuenta que vivía muy pa' dentro, dándole demasiadas vueltas a historias pasadas, tratando de desenredar y resucitar sentimientos moribundos, sensaciones añejas, a falta de algo más emocionante en el presente.
Ahora no, todo lo he transformado en acción. Algo en mí se ha renovado.
Obvio que algo siempre queda, pero trato que sea sólo lo importante, a lo que se han sumado un par de historias importantes.
O tal vez sólo una, la crónica de una aventura anunciada...

PPH
PPH