Monday, November 26, 2007

Se me vino diciembre

Y se me vino el fin de año de sopetón.
Ahora es imposible iniciar la semana sin repasar minuciosamente todos los compromisos agendados, reuniones, eventos, cenas, almuerzos y, por supuesto, carretes.
Se acabaron los fin de semanas con panorama abierto, ahora lo crítico es OPTIMIZAR el tiempo. Santiago contribuye con la paranoia también, con esos locales que ponen los arbolitos de pascua a mediados de noviembre y los anuncios de ventas de Navidad, no hay nadie que se libre.
Vida social hay harta en esta época; luego del encuentro de exalumnos de mi U, siguió una reunión con unas amigas también de la U y los carretes findesemaneros de mi hermanita.
No puedo evitar recordar que ayer, hace un año, acepté una invitación que me condenaría a pololear por los próximos 2 meses y medio. Se echa de menos al cabro en cuestión, pero en buena, sin cuática.
En realidad lo que se echa de menos es un partner, sobre todo cuando empiezan a abundar las invitaciones donde se necesita un acompañante: matrimonios, eventos de fin de año, comidas formales, etc. También un amiguito para irse de happy hour a las terrazas de los pubs que en este tiempo son tan agradables, o para caminar en la tarde con la fresquita en esas calles llenas de árboles y rica brisa fresca cerca de mi casa. O para columpiarse en el jardín de mi edificio. O para mirar la luna llena desde el balcón tomándose un rico vino blanco. O para regalonear escuchando esos discos de la Cat Power o la Diana Krall o el soundtrack de esa película cebolla que me encanta, The Lake House.
Guaaaa... me volé.
F está más enrrollado que pelea de culebras pero yo, gracias a Dios, estoy de lo más clara que hay. El otro día leí una entrevista de Marcelo Birmajer donde decía que las mujeres lo aguantan todo de una pareja menos que la aburran. Esa es la MAS ABSOLUTA VERDAD. Y F me está comenzando a aburrir, así de simple. El cóctel de incoherencia, falta de asertividad, historia triste y galanteo de tercera parece que no va conmigo. De amigos puede que resulte pero de vez en cuando no más; no sabe escuchar y habla más que yo - imperdonable -.
Y conocí a alguien más. Sip, así de fresca. Aunque no creo que sea mucho mi tipo tampoco porque es regio - ¡por qué soy tan prejuiciosa! -, pero me encanta porque es como acampado, no tiene nada que ver con lo que yo hago y me recuerda los tiempos cuando todo era más simple y nuestro mundo más pequeño. Es nuevo para mí pasar casi una hora y media por teléfono hablando sólo de perros, vino y el campo. Y baila divinamente. Veremos.
En fin, lo importante es entretenerse, salir, pasarlo bien.

Y olvidarse de esa persona que no quiere desaparecer, que no quiero dejar ir, que se me aparece en los momentos más inoportunos, el molde de todas las odiosas comparaciones.

Todavía.

Friday, November 16, 2007

Lo comido y lo bailado

Mi racha de mala suerte por fin parece haber emprendido la retirada, pero no sin antes mandarme un resfriado con romadizo, tos, oídos tapados y toda la cuática, al mejor estilo invernal, pero con el leve detalle que acá ya están cayendo los jotes asados del calor que hace algunos días.
Y resulta que ahora quedé con look "Rodolfo el Reno", una nariz roja y estropeada de tanto sonarme, o sea, lista para Navidad.
Lo bueno es que este finde parto de viaje a mi adorada Universidad a celebrar un encuentro de Ex-alumnos. Todos los años de puro nerd me lo perdía - o no le ponía la suficiente tinca para ir -, pero este año decidí postergar algunos compromisos de pega, me puse de acuerdo con otros personajes, y hoy vamos partiendo en auto hacia el sur.
El sur siempre será mi destino favorito.
La mejor época de mi vida la pasé estudiando en esa ciudad/pueblo, allá encontré mi identidad, creció mi horizonte mental, hice amigos de esos como hermanos, estudié, carretié, me curé por primera vez, me enamoré por primera vez y fui muy, muy feliz.
Eramos tan chicos, tan sanos, tan vitales y alegres... me acuerdo que uno de nuestros pasatiempos era empezar a elevar volantines apenas soplaba esa brisa fresca de septiembre. Cuando carreteábamos, todos nos íbamos y nos volvíamos juntos, cuidándonos; para las pruebas nos ayudábamos entre los distintos grupos; mucho/as pololeábamos con compañeros, éramos como pequeños matrimonios casi viviendo en comunidad, compartiendo lo que los viejos nos mandaban por encomienda o lo que traíamos de la casa de vuelta del finde.
El domingo, en el tren salón que partía de Santiago - qué maravilla, super cómodo, con calefacción/aire acondicionado, coche fumadores, coche bar, te podías tomar una chela en el entrecarro - comenzaba a reunirse la tropa de vuelta de sus hogares. Los primeros subían en Santiago, casi siempre eran los que abastecían de cigarros a discresión; luego subían los rancagüinos, siempre a cargo de la buena hierba; luego en San Fernando nunca fallaba el comestible; a continuación los curicanos con tortas y chelas nunca arrugaban; ya en Talca eran clásicos los enguindados y licorcitos destilados varios; a esas alturas ya recibíamos bien entonados a los parralinos y a los que subían en San Carlos, para finalizar el viaje listos para el sobre.
Debo reconocer que nunca me pude acostumbrar al clima - frío polar en inviernos y calor sofocante en verano -, pero eso era un detalle. La U era un lugar grato y espacioso, que invitaba al estudio, y la ciudad era segura y amable con los universitarios.
Viví 5 años con arrendando una pieza en la casa de una señora que llegó a quererme como una hija. Hace tiempo que no hablamos, desde que nos distanciamos por el incidente ese.

Pasé todos mis años de universidad pololeando; el primer año con el que fue mi primer pololo y a partir del segundo con quien compartimos 6 años y medio de una vida con preocupaciones y objetivos inmediatos en común. Luego, en alguna parte, se me acabó el amor, se cerró una etapa y comenzó otro capítulo en mi vida. Yo diría que ahí comenzó mi vida en serio.

Acabo de recordar por qué evité - inconcientemente al principio - estas reuniones de ex-compañeros. Es que en el desastre que significó lidiar con los restos de ese pololeo de años, tácitamente hicimos la repartija de los restos de lo que fue nuestra relación, y tal vez por un sentido de culpa dejé que él mantuviera preferentemente las que habían hasta ese entonces sido nuestras amistades en común. Renuncié a las explicaciones, que cada uno pensara de mí lo que le diera la gana.
Me hice a un lado y ellos le prestaron auxilio y cerraron filas en torno a su causa.
Me dolió un poco pero nunca me quejé. Eventualmente, los verdaderos amigos siempre siguieron ahí para mí, hasta el día de hoy, aunque yo me hubiese alejado.

A ellos son quienes quiero ir a ver mañana, y contarles de mí y saber de sus vidas. Reirnos otra vez, agarrarnos para el leseo, aterrizar al que se le hayan subido los humos. Sí, mañana será un gran día.

Monday, November 05, 2007

Tan-tán

Finalmente tuve noticias de F.
El jueves primero, al despertar pasada las 1 pm luego de un carrete piola con una amiga - luego de una actividad de mi pega que compensó con creces los últimos malos días, incluso semanas -, fui en busca de mi celular y lo encontré saturado con mensajes de texto, dos de los cuales eran del niñito en cuestión, invitándome a la Feria del Libro. Bien tramposo él, sabe que no me pierdo una versión hace años, así que se aseguró con el panorama.
Lo llamé de vuelta dos veces entre trotes y ducha y no me contestó, sabiendo que se estaba haciendo el lindo para torturame en pago de mi mala costumbre de no llamar NUNCA.
Hasta que me devolvió el fonazo y quedamos de juntarnos en la Estación Mapocho, alternativa harto más feliz que esperar que me pasara a buscar - impuntual crónico -, o yo a él - me da lata manejar -. Eso hasta que recordé que estaba sin licencia y me tuve que ir en metro. Llegué temprano para pegarme mis vueltas sola; es que en este tipo de cosas, como en museos y exhibiciones de pinturas, me molesta la compañía de otros - excepto W -, prefiero la apreciación individual y avanzar a mi ritmo.
Finalmente F también llegó más temprano, pero me pilló en un documental sobre la muerte de García Lorca - espectacular - y tuvo que esperar no más, hasta que me mandó un S.O.S. para que lo rescatara antes que terminara víctima de su incontinencia consumista de libros.
Salí, nos saludamos, me mostró sus compras, dimos unas vueltas y nos fuimos a cenar a su casa.
Mi estado de ánimo era raro, había pasado de la rabia y frustración por los últimos acontecimientos al éxtasis total en mi presentación del miércoles, pero aún con una sensación rara dando vueltas por lo que nos había pasado en el evento del lunes.
Cocinó exquisito como siempre - me encanta verlo cocinar -, y luego de unas agüitas de hierbas - le advertí que nada de alcohol para mí, todavía con la caña - nos sentamos a conversar, escuchando el CD de Jack Johnson que le regalé para el cumple, que parece que le encantó.
Hablamos de puras tonteras, yo me descargué de mi semana, él me contó la suya, yo me hice la tonta un buen rato hojeando un libro de arquitectura de bodegas y luego quise fumarme un cigarro, pensando así en ganar tiempo y distancia física saliendo al balcón. Me arruinó el plan diciendo que fumara no más adentro, que abríamos la ventana... luego de lo cual jugué interminablemente con la colilla en el cenicero, hasta que me decidí a abordar el tema del lunes.
La sensación de incomodidad fue mutua, no entendió por qué llegué tan intempestivamente, saludé y me esfumé tan rápidamente. Dijo que había querido darme mi espacio - sabía que me encontraría con gente que no veía hacía tiempo y que querría estar con ellos.
El comentario sobre la pasada a dejar y la pregunta sobre el edificio la dejé para el final. La respuesta no me convenció, y creo que eso fue en parte la base de lo que vino después.
Finalmente no pude escabullirme más y me agarró una mano y terminamos haciéndonos cariño en el pelo.
Regaloneamos un rato hasta que me di cuenta que había llegado mi parada, y que ahí me quería bajar.
F me miró fijo, directo a los ojos - me di cuenta que era algo que yo aún no lograba hacer con él - y me dijo que era un buen momento para preguntarnos que queríamos los dos que pasara entre nosotros, cuáles eran nuestras espectativas sobre lo que nos estaba pasando.
El habló primero, un rato más o menos largo. Y a continuación yo me colgué de un par de cosas que dijo para dar por terminado nuestro capítulo de "amigos cariñosos".
Me sentí bien, y le pedí que me fuera a dejar.

En el ascensor no podía sostener su mirada, estaba totalmente cohibida. Camino al estacionamiento me pidió si me podía abrazar por última vez. Yo estaba tiesa.

En el camino, se dedicó a hacer un minucioso resumen de todas y cada una de las veces que salimos, lo que yo llevaba puesto, la impresión que le causaba cada vez que me veía. Yo no sabía qué decir, ni parecía yo. Traté de salvar la situación diciéndole que yo no era muy buena para expresar lo que sentía, que prefería decir las cosas con gestos, esa fue la peor idea que tuve... ahí se largó a detallar todo lo que había significado para él cada uno de los detalles que tuve el día que salimos a celebrar su cumpleaños: los discos, las canciones escritas, las frases que incluí, las pinturas en cada portada, la torta, los vinos, etc, etc, etc.

Ibamos llegando ya a mi casa.

- Pero tal vez igual te pueda acompañar a Viña y Valpo, como amigos...
- ... ehhh, no se si sea buena idea, yo creo que si vamos a hacerlo mejor lo hacemos bien...
- ... pero ¿te puedo llamar? ¿nos podemos tomar aunque sea un café alguna vez?
- Sí claro, me puedes llamar, me puedes mandar mails...


Ya afuera de mi dpto quise subir a buscar un cassette de flauta que me había prestado; se negó rotundamente, diciendo que se lo podía pasar otro día (...), que de todas maneras no sería la última vez que nos veríamos.

Lo miré y le despaché un rápido beso en la mejilla, me bajé y caminé sin mirar atrás, totalmente complicada.

En el último momento sin embargo dudé, y miré hacia atrás. Y lo vi, con la camioneta detenida, mirándome, esperando a que desapareciera de su vista.

Intenté un gesto con la mano, no se si lo vió.

PPH
PPH