Finalmente tuve noticias de F.
El jueves primero, al despertar pasada las 1 pm luego de un carrete piola con una amiga - luego de una actividad de mi pega que compensó con creces los últimos malos días, incluso semanas -, fui en busca de mi celular y lo encontré saturado con mensajes de texto, dos de los cuales eran del niñito en cuestión, invitándome a la Feria del Libro. Bien tramposo él, sabe que no me pierdo una versión hace años, así que se aseguró con el panorama.
Lo llamé de vuelta dos veces entre trotes y ducha y no me contestó, sabiendo que se estaba haciendo el lindo para torturame en pago de mi mala costumbre de no llamar NUNCA.
Hasta que me devolvió el fonazo y quedamos de juntarnos en la Estación Mapocho, alternativa harto más feliz que esperar que me pasara a buscar - impuntual crónico -, o yo a él - me da lata manejar -. Eso hasta que recordé que estaba sin licencia y me tuve que ir en metro. Llegué temprano para pegarme mis vueltas sola; es que en este tipo de cosas, como en museos y exhibiciones de pinturas, me molesta la compañía de otros - excepto W -, prefiero la apreciación individual y avanzar a mi ritmo.
Finalmente F también llegó más temprano, pero me pilló en un documental sobre la muerte de García Lorca - espectacular - y tuvo que esperar no más, hasta que me mandó un S.O.S. para que lo rescatara antes que terminara víctima de su incontinencia consumista de libros.
Salí, nos saludamos, me mostró sus compras, dimos unas vueltas y nos fuimos a cenar a su casa.
Mi estado de ánimo era raro, había pasado de la rabia y frustración por los últimos acontecimientos al éxtasis total en mi presentación del miércoles, pero aún con una sensación rara dando vueltas por lo que nos había pasado en el evento del lunes.
Cocinó exquisito como siempre - me encanta verlo cocinar -, y luego de unas agüitas de hierbas - le advertí que nada de alcohol para mí, todavía con la caña - nos sentamos a conversar, escuchando el CD de Jack Johnson que le regalé para el cumple, que parece que le encantó.
Hablamos de puras tonteras, yo me descargué de mi semana, él me contó la suya, yo me hice la tonta un buen rato hojeando un libro de arquitectura de bodegas y luego quise fumarme un cigarro, pensando así en ganar tiempo y distancia física saliendo al balcón. Me arruinó el plan diciendo que fumara no más adentro, que abríamos la ventana... luego de lo cual jugué interminablemente con la colilla en el cenicero, hasta que me decidí a abordar el tema del lunes.
La sensación de incomodidad fue mutua, no entendió por qué llegué tan intempestivamente, saludé y me esfumé tan rápidamente. Dijo que había querido darme mi espacio - sabía que me encontraría con gente que no veía hacía tiempo y que querría estar con ellos.
El comentario sobre la pasada a dejar y la pregunta sobre el edificio la dejé para el final. La respuesta no me convenció, y creo que eso fue en parte la base de lo que vino después.
Finalmente no pude escabullirme más y me agarró una mano y terminamos haciéndonos cariño en el pelo.
Regaloneamos un rato hasta que me di cuenta que había llegado mi parada, y que ahí me quería bajar.
F me miró fijo, directo a los ojos - me di cuenta que era algo que yo aún no lograba hacer con él - y me dijo que era un buen momento para preguntarnos que queríamos los dos que pasara entre nosotros, cuáles eran nuestras espectativas sobre lo que nos estaba pasando.
El habló primero, un rato más o menos largo. Y a continuación yo me colgué de un par de cosas que dijo para dar por terminado nuestro capítulo de "amigos cariñosos".
Me sentí bien, y le pedí que me fuera a dejar.
En el ascensor no podía sostener su mirada, estaba totalmente cohibida. Camino al estacionamiento me pidió si me podía abrazar por última vez. Yo estaba tiesa.
En el camino, se dedicó a hacer un minucioso resumen de todas y cada una de las veces que salimos, lo que yo llevaba puesto, la impresión que le causaba cada vez que me veía. Yo no sabía qué decir, ni parecía yo. Traté de salvar la situación diciéndole que yo no era muy buena para expresar lo que sentía, que prefería decir las cosas con gestos, esa fue la peor idea que tuve... ahí se largó a detallar todo lo que había significado para él cada uno de los detalles que tuve el día que salimos a celebrar su cumpleaños: los discos, las canciones escritas, las frases que incluí, las pinturas en cada portada, la torta, los vinos, etc, etc, etc.
Ibamos llegando ya a mi casa.
- Pero tal vez igual te pueda acompañar a Viña y Valpo, como amigos...
- ... ehhh, no se si sea buena idea, yo creo que si vamos a hacerlo mejor lo hacemos bien...
- ... pero ¿te puedo llamar? ¿nos podemos tomar aunque sea un café alguna vez?
- Sí claro, me puedes llamar, me puedes mandar mails...
Ya afuera de mi dpto quise subir a buscar un cassette de flauta que me había prestado; se negó rotundamente, diciendo que se lo podía pasar otro día (...), que de todas maneras no sería la última vez que nos veríamos.
Lo miré y le despaché un rápido beso en la mejilla, me bajé y caminé sin mirar atrás, totalmente complicada.
En el último momento sin embargo dudé, y miré hacia atrás. Y lo vi, con la camioneta detenida, mirándome, esperando a que desapareciera de su vista.
Intenté un gesto con la mano, no se si lo vió.