Otro epílogo más

Acabo de responder lo siguiente:

Mmmmmmm... a ver, aclaremos:

1. El ingrato eres tú que no me llamaste para mi cumpleaños
2. Pasaste a ver a Jimmy, no a mí
3. Como ya sabes, generalmente pierdo contacto con hombres casados o a punto de estarlo (a penas me entero)

Eso.

Saludos,

Yo

----- Original Message -----
From: A
To: Pepinot
Sent: Friday, March 31, 2006 1:15 PM
Subject: [posible spam]

HOLA INGRATA

TE PASE A VER, NO ESTABAS EL MIÉRCOLES
SALUDOS
A

Bueno, es que A tiene mala memoria, no sólo se le olvidó mi cumpleaños, también se le ha olvidado contarme que se casa.

Y yo?
Mmmmm, no se, el día que supe (hace como un mes), me sentí... rara. Perder a alguien más, y de esta forma, no estaba en mis planes. Pero entendí aquello de "agua que no has de beber...", y piolamente desaparecí de escena.

Hasta hoy. Y Aunque P dice que mi mail es el colmo del despecho, yo no lo veo así. Yo creo que ante un enfrentamiento tan directo como el tono de mi respuesta, un hombre en este caso se acobarda, y ya no insiste más.
Lo se, éramos sólo amigos, con alguna ventaja de vez en cuando, pero buenos amigos en malos momentos - casualmente siempre sólo en los míos -.
En mi cara nunca reconoció una relación importante - nunca hice siquiera lo mínimo por averiguar si estaba con alguien -, ni yo tampoco con él, ni siquiera cuando nos fuimos a Chillán, apenas llegué toda emocionada de California. El siempre me preguntaba si estaba con alguien, yo siempre lo negué, excepto cuando estuve saliendo con el último personaje. Igual, no creo que alguna vez haya confiado en mí.

Yo no quiero explicaciones, nunca se las he pedido ni se las he dado tampoco. Esos eran los términos de nuestro pacto. Y aunque él siempre ha sido un experto en ocultarme cosas, bien puede ser que yo sea la persona más... "engañosa" como pareja/compañera/lo que sea, no por andar inventando mentiras, sino por omitir cosas/detalles/historias importantes, no sólo a él... a otros, a mí misma... Cómo podría culparlo, entonces? Sería nada que ver.

Digamos que A se ha ganado, por lo menos, el derecho a saber por qué ya no lo buscaré nunca más.
Sólo le respondí para que, en el caso que nos topemos alguna vez en la calle, pueda mirarlo y saludarle, sin nada que ocultar, sin nada pendiente, sin nada que deberle, ni siquiera una innecesaria explicación. Estamos a mano.