Foto

Estoy cautivada/capturada/hechizada por esta foto que desde ayer me observa desde mi escritorio...
Yo soy super poco parafernálica en mi decoración oficinística. Ni fotos de family, ni amiguis, ni siquiera de mis perritos. Gozo de un escritorio ordenado e impersonal, sin sentimentalismos de ningún tipo. A lo más, unas postales fotográficas de performances artísticas traídas de alguna visita a una galería o boliche en algún viaje fuera del country, que reposan en la pared entremedio de las pizarras de acrílico y de corcho que me sirven para esquematizar mi flujo mental y sacar provecho de mi memoria visual. Y ya. Y mi fondo de escritorio no es ni de flores, ni paisajes, ni predeterminaciones de windows, sólo un cuadro de Kandinsky flotando en un fondo rojo chillón, sólo por darle un toque kitch. Y bueno, los infaltables souvenirs de los colegas que llegan de vuelta de algún viaje. Debo confesar que odio con pasión a ese koala con camiseta "I love (corazón) Australia" que cuelga de mi bandeja de papeles, y al floripondio magneto que reza Hawai sobre mi perforadora. Pero para qué vamos a ser tan antisociales, ajustémosnos y transemos con algunos convencionalismos. Seamos polite, qué cuesta bancarse otro shock visual más.
Antes, cualquier falla a la estética - léase MI estética -, me exasperaba, me parecía un insulto en mi cara, una afrenta personal. Con el tiempo, empecé a desarrollar la virtud de la tolerancia, hasta llegar al punto de disfrutar de la diversidad. Ahora me gusta, me entretiene y me divierte darme cuenta de las diferencias en los sentidos estéticos de las personas.
Pero ayer tuve una revelación en mi psico-day. Reparé con curiosidad y asombro en el hecho de que las relaciones sentimentales más importantes de mi vida han tenido una fuerte componente de afinidad estética. O sea, con parejas con una sensibilidad estética muy afin, la cual finalmente se vio siempre traducida en sensibilidad emocional, en comprensión, delicadeza, ternura y respeto. Muy interesante.