Monday, August 22, 2005

Y esto otro

ENTONCES, UN ERMITAÑO que visitaba la ciudad
una vez por año, acercóse y dijo: Háblanos
del Placer.
Y él respondió, diciendo:
El placer es una canción de libertad,
mas no es la libertad.
Es el florecer de vuestros deseos,
mas no es su fruto.
Es un abismo que clama a una cumbre,
mas no es ni el abismo ni la cumbre.
Es el enjaulado que gana el espacio,
mas no es el espacio lo que le envuelve.
Sí, en verdad, el placer es una canción de libertad. Y
de buena gana os la oiría cantar con todo el corazón;
sin embargo, no me gustaría que perdieseis vuestro
corazón al cantarla.

Algunos de vuestros jóvenes buscan el placer como
si lo fuera todo en la vida, y son condenados y castigados.
Yo preferiría no condenarlos ni castigarlos, sino
dejarlos que busquen.
Pues encontrarán el placer, pero no solo.
Siete son sus hermanas, y la última entre ellas es
más bella que el placer.
¿No oísteis hablar del hombre que cavaba la tierra
en busca de raíces y descubrió un tesoro?
Y algunos de vuestros ancianos recuerdan sus placeres
con remordimiento, como si fuesen errores cometidos
en un estado de embriaguez.
Pero el remordimiento es la noche del alma, y no
su castigo.
Deberían, antes, recordar sus placeres con gratitud,
como recordarían una cosecha de verano.
No obstante, si hallan consuelo en el remordimiento,
dejémosles que se remuerdan.
Y hay en vosotros quienes no son jóvenes para buscar,
ni ancianos para recordar.
Y en su temor de buscar y de recordar, desprecian
todos los placeres por miedo de ahuyentar u ofender
al espíritu.
Sin embargo, en su renuncia está su placer.
Y así, ellos también descubren un tesoro mientras
cavan con manos trémulas en busca de raíces.
Mas, decidme, ¿quién es el que puede ofender al
espíritu?
¿Ofende el ruiseñor a la quietud de la noche, o la
libélula a las estrellas?
¿Y podrá vuestra llama o vuestro humo afectar al
viento?
¿Creéis que el espíritu es un pozo tranquilo que
podéis perturbar con un cayado?
Muchas veces, al negaros un placer, nada más hacéis
que reprimir vuestro deseo en los repliegues de vuestro
Yo.
¿Y quién sabe si lo que hoy parece reprimido no
aparecerá mañana?
Hasta vuestro cuerpo conoce su herencia y sus
derechos, y nada podréis hacer por eludirlos.
Y vuestro cuerpo es el arpa de vuestra alma.
Y de vosotros depende si arrancáis de él música
melodiosa o ruidos disonantes.
Y ahora os preguntáis en vuestro corazón: ¿Cómo
distinguiremos lo que es bueno en el placer de lo que
es malo?

Id, pues, a vuestros campos y a vuestros jardines y,
ahí, aprenderéis que el placer de la abeja es chupar la
miel de la flor.
Y que también es placer de la flor entregar su miel a
la abeja.
Pues, para la abeja, una flor es una fuente de vida.
Y para la flor, una abeja es una mensajera de amor.
Y para ambas, la abeja y la flor, dar y recibir placer
es una necesidad y un éxtasis.
Pueblo de Orphalese, en vuestros placeres, imitad a
las flores y a las abejas.

Esto es en lo que yo creo

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