Monday, August 29, 2005

Pánico

Tengo pánico. Pánico escénico. No lo puedo evitar. Viajo este viernes... nos encontramos con Walter el próximo miércoles 07...
Acabo de leer a Mili, y los comments a ese post... no me contuve, vomité mi triste historia.
El epílogo de ésta que voy a contar ahora.

Conocí a Walter el año nuevo del 2002-2003 acá en Chile. Anduvimos por tres días, en una conducta sin precedentes para mí. Cuando atinamos le pregunté si él estaba pololeando, y me dijo que sí. OK, mis circunstancias eran extraordinariamente especiales como para que no me importara el pequeño detalle, considerando además el hecho casi indesmentible que no nos veríamos nunca más.
En nuestro viaje al Aeródromo, vuelo Chaitén - Pto. Montt, por esas cosas del destino nos tuvimos que ir en avionetas separadas, quedando de juntarnos en El Tepual, para pasar la tarde juntos en Angelmó junto a sus amigos, en espera de su vuelo a Stgo y luego a USA. Yo me fui primero, y en el trayecto cambié de opinión y decidí no esperarlo. Llegué al Tepual y desde ahí desaparecí.
Meses más tarde me bajó la curiosidad y me conseguí su e-mail con una conocida en común. Respondió de inmediato. Comenzaron los mails. Tuve un viaje a Brasil, le propuse encontranos allá. No pudo, pero me propuso juntarnos en Florida. Yo no pude.
Llegó julio y mi viaje en septiembre a USA ya estaba decidido. Avisé a todos mis conocidos gringos, él entre ellos. Prometió visita.
Y cumplió. Nos reencontramos un 12 de septiembre de 2003 en Windsor, CA, en la casa de mi familia gringa.
Yo no sabía qué esperar. Pero su abrazo en el umbral de la puerta fue tan elocuente que no me quedaron muchas dudas sobre el status de nuestra "relación" que él tenía en mente.
Debo reconocer en este punto que hubo un momento en que quise detener la velocidad de los acontecimientos, pero una parte de mí decía que no había tiempo para pensar. "Take or leave it", como dicen allá. Y tomé mi opción por él.
Eso sí, antes que pasara nada en este nuevo encuentro, le pregunté qué onda con su polola. Me dijo que había terminado con ella en julio.
OK, y con mi conciencia más tranquila, me di permiso para dejarme llevar por la vida de la forma más inocente y confiada, aunque con algún secreto resguardo interno, debo confesar. Resguardos que se él se encargaría de hacer desaparecer casi por completo con una actitud devotamente amorosa.
Y es así como le permití otorgarme el título de girlfriend. Se quedó por dos semanas. Dos maravillosas semanas. Paseamos, me presentó viejos amigos del collegue, todo perfecto. Luego volvió a su ciudad comenzar su nuevo trabajo en una nueva firma.
E-mails regulares, llamadas por teléfono semanales, todo en regla. Segunda visita suya en octubre. Viaje hermoso de un fin de semana largo a un lugar idílico. Algunas conversas serias. Algunas palabras suyas en tiempo futuro que me asustaron un poco, me hicieron sospechar nuevamente de la velocidad que estaban tomando las cosas.
Mi trabajo terminaba en diciembre. Desde que que le conté desde Chile que iría a California, que me pidió que luego de mi trabajo me fuera a pasar unas semanas con él a Atlanta antes de regresar a Chile.
Así es que planeamos mi arribo para el 13 de diciembre, hasta el 06 de enero de 2004.
Y llegó el día en que tenía que despedirme de California. Sentí susto. Sabía que ese viaje representaba la oportunidad de conocer al verdadero Walter, quien hasta el momento se había mostrado intachable. Pero esa era justamente la razón de mi desconfianza... SABÍA que nada podía ser tan perfecto, que en alguna parte estaba el truco... pero también sabía que si no iba y lo averiguaba por mí misma, nunca me perdonaría la cobardía de no haberlo siquiera intentado. No había mucho más que decidir, sólo armarme de valor y tomar el avión. Y eso hice.
La primera semana fue linda de verdad. Fue más real, justo lo que yo quería, sin tanta parafernalia. Jugamos a la casita. Estaba todo hecho un desastre - se había cambiado de casa unos meses atrás y aún no terminaba de ordenar -. Como yo no soporto el desorden, y como me sobraba tiempo mientras él estaba en la oficina, dejé todo ordenado y soplado, de lujo. Le preparaba devotamente el desayuno feliz y sonriente todas las mañanas, volvía de la oficina a buscarme a la hora de almuerzo para almorzar juntos, luego me dejaba en algún sitio de mi interés, hasta que nos encontrábamos nuevamente después de su trabajo. Ibamos de compras al supermercado, compramos algunas cosas que faltaban para el depto, nos tomábamos un vinito por las tardes frente a la chimenea, leíamos juntos - para mejorar mi pronunciación -, bailábamos a Frank en la más clásica, salíamos a comer por las noches, o a algún pub con sus colegas, a ver Cascanueces - era vísperas de Navidad -, conciertos de música celta, etc.
Mi fantasía de infancia era pasar una Navidad en New York. El se anticipó sin que yo nunca se lo cometara y sacó pasajes y reservó hoteles... y pasé la Navidad más mágica de mi vida patinando en el rink del Rockefeller Center. Cuatro días maravillosos.
Volvimos a Atlanta el 28 de diciembre de 2004.
El 29 de diciembre descubrí pistas que me aterrorizaron.
El 30 lo supe todo. Nunca dejó a su antigua polola. Yo era la otra, mientras él sostenía con la oficial una relación - también a la distancia - en paralelo a la nuestra.

Mi mundo se detuvo. Nunca en mi vida me sentí más sola que en esos eternos instantes, ni más desvalida, ni más desamparada, ni más defraudada, ni más engañada, ni más burlada, ni más enrrabiada...

No rodó una lágrima por mi cara en su presencia. A cambio, la indignación más inmensa me subió por la garganta, y me largué a increparlo.
Y fue una letanía totalmente excenta de grosería o descontrol alguno. Abría mi boca y vertía puro veneno, sutil, sarcástico, irónico, hiriente, descalificante, humillante, degradante.
Me senté, con una copa en mi mano, a contemplar el derrumbe de ese hombre, de la imagen que tanto se había esforzado en construir para mí. Lo invalidé, lo anulé, lo pisoteé elegantemente sin piedad.

Lloraba. Sí, él, lloró. Y a mí, en medio de mi arranque de malignidad pura, se me apareció como alguien totalemente carente de dignidad.

Llegó un momento en que me sugirió que, si yo quería, me podía llevar a un hotel, como fue mi impulso no expresado en un primer momento, salir corriendo, para variar un poco.
Pero no, para mi propia sorpresa algo cambió en mi interior...
- "acaso crees que te haré las cosas así de fáciles?" sonreía mientras le decía estas palabras... no, querido, te vas a acordar de mí. Puso cara de pavor.
Tomé la resolución interna de que probablemente la pena y desilución me acompañarían largo rato, pero que toda la rabia y el veneno producido por esa puñalada a traición serían vertidos hasta el último milígramo sobre quien lo merecía, él, ahí, en ese mismo lugar. No me traería nada devuelta, mi familia no se lo merecía, y más lo odiaba por empozoñar de esa forma mi regreso, mi alegría de verlos trocada en tristeza por su bajeza.

Pregunté todo lo que quería saber. Nada de ella, sólo me interesaba indagar hasta encontrar la clave de su motivación, la cruda verdad, por más que doliera. Ya nada podría ser tan horrible. Me dediqué meticulosamente a llevarlo a un estado tal que ya no pudiera fingir nada. Mi objetivo era desilucionarme tanto tanto de él como fuese posible, cosa que una vez estando lejos de él, no pudiese encontrar ni una sola excusa a ninguna de las posibles preguntas a las que mis posibles ganas de perdonarlo/disculparlo me podrían enfrentar, las inevitables trampas de la distancia en la idealización/justificación de lo injustificable/imperdonable.

Pero nada de lo que escuchaba que dijese relación con sus sentimientos hacia mí, tenía validez para mí. Ya no le creía, nada de nada.

Según él, todo comenzó como un juego, el cual había tenido un giro inesperado desde que yo llegué a Atlanta, y empezamos a pasar tiempo real juntos, a convivir compartiendo los pequeños detalles cotidianos, las pequeñas tonteras, mis manías, mis mañas, mis costumbres, mis detalles, mis torpezas. Lo que él describía como "mi pasión por la vida".
Que aún en ese mismo instante, en que yo me estaba convertida en un monstruito, eso hacía que yo le gustase aún más...

No comments.

Por momentos parecía que sostenía un monólogo consigo mismo, tan abstraído e inmerso en su angustia estaba. Estaba muy confundido en su angustia de verse invalidado, de darse cuenta que se me había caído del pedestal.
Por que ahí era donde él estaba para mí. Yo estaba fascinada por él, como hechizada. Y de súbito desperté, de la forma más atroz y violenta.
Y ahora yo me regocijaba perversamente en su angustia. Sí, esa fue la verdad. Así me comporté yo.
Tiempo después entendí que fue la única manera que encontré de aliviar mi terrible dolor interno de esos momentos, su sufrimiento actuaba como calmante para el mío.
No pude cambiar el pasaje antes del Año Nuevo. Pasé un Año Nuevo surrealista.
Luego de esos nebulosos y trágicos días, ambos nos encontrábamos moralmente extenuados. Y algo dentro de mí pidió un break. El cristal ya se había roto, ya nada podría cambiar ese hecho, pero un recodo de mi mente clamaba por un poco de sanidad mental y finalmente la malignidad de esa herida dejó de morder por un rato, como que una sensación de anestesia general, de irrealidad, me invadió.
OK, celebremos, para eso tenemos una buena botella de champagne. Cocíname algo rico y quedémosnos a quí esta noche, le propuse.
Una tregua.

Y un abrazo de "feliz año nuevo".
Día siguiente, caminata por un Parque. Necesitaba aire.
Luego una película, "Something gotta give" - alguien tiene que ceder -, esa genial película de Jack Nicholson y la Diane Keaton... ni que hubiese sabido de qué se trataba...

El dos de enero de 2004 tomé el avión sin beso de despedida, sin mirar atrás. En el trayecto al aeropuerto, más lágrimas. De él, no mías.
A modo de despedida, en lugar de un beso, unas palabras mías...

"Si alguna vez te transformas en el hombre para mí, en el hombre que yo necesito que seas, ya sabes donde encontrarme".

Claro que antes le había pedido que por ningún motivo me escribiera ni me llamara nunca más. Y había mandado al carajo mi promesa de pasear a su madre por Chile en un mes más - ella pasaría por acá de viaje -.

Llegué devuelta a Chile antes de la fecha anunciada, de incógnito. No avisé a mi familia. Una amiga que sabía de la tragedia fue a recoger los despojos míos que bajaron de ese avión. Lloré un día entero. 24 horas.

El resto del 2004 fue consagrado completamente a mí. Me volqué hacia mi interior, buscando paz y respuestas.
Los encontré iniciando el proceso de perdonar. Fue todo menos fácil.
Le escribí en febrero, luego de revelar las fotos - me demoré un mes - de todos los viajes que hicimos.
Mirando esas fotos, tuve que aceptar lo que me había esforzado tanto por negar: en alguna parte, alguna vez, en algún gesto, puede haber habido, de alguna forma, algo, de él hacia mí, que no hubiese sido falso. Ese pensamiento se trasformó en un salvavidas para mí. Me empecé a recuperar.
Me enfrenté a ciertos hechos, ciertas evidencias, que hablaban de algo más allá de su propio egoísmo... alguna evidencia de que quiso hacerme feliz, a su modo, porque eso también le causaba felicidad gratuita, genuina.
Ahí empecé a remontar.
Fue un mail simple, donde le decía de este hallazgo, y le daba gracias por los buenos momentos.

De ahí siguieron los mails que aparecen aquí, matizados con llamadas, envíos de sobres y otros.

Finalmente, vino a Chile a verme en febrero. Sí, tuvo los cojones para venir, algo de lo que nunca lo creí capaz después de esos días de terror en Atlanta, luego que descubrí su engaño y lo traté de una forma que jamás creí posible que yo pudiese actuar con alguien.
Vino a decirme que, luego - o a pesar - de todo lo que hemos pasado, cree que nos pertenecemos, y a averiguar si era posible, de alguna manera, en alguna parte, que nosotros estuviéramos juntos otra vez. Para siempre. Yo le dije que no sabía.

Aún no lo se.

En ese momento no confiaba en él; mis sentimientos fueron muy ambivalentes. Me di cuenta que aún tenía guardada mucha rabia hacia él.
Pero también me di cuenta que algo quedaba aún. Algo no pequeño.

Aún no confío totalmente en él.

Ha sido un largo camino, a lo largo del cual he estado a punto, varias veces, de mandar todo a la cresta. Me ha costado mucho aceptar este sentimiento, la importancia de él en mi vida, su presencia en ella por muy lejos que se encuentre. He dudado, he renegado, he rabiado, he peleado este sentimiento... he dudado de su veracidad, he llegado a creer que es todo producto de mi imaginación y de una voluntad invisible que me empuja a creer en algo basado en tan poca evidencia...

Pero es real. Tan real que ahora me tiene aterrada.
Qué va a pasar con ésto?
Conmigo?
Con nosotros?
Qué preguntas se estará haciendo él con respecto a ésto?

Siento que me están fallando las fuerzas casi al final del camino.
No quiero perder otra vez.
Siento que lo único que está en mi poder es rechazarlo, cerrar la puerta. Excluyendo esta posibilidad, estoy completamente en manos del azar otra vez. Y temo que me vaya mal, tan mal, que ahora sí que no me pueda recuperar. Me falta valor, me he vuelto cobarde. Y justo ahora.
Hoy, ahora, no quiero verlo.
No quiero.
No quiero nada.
Quiero que desaparezca.
Qué se vaya todo a la mierda.

Ya no más.
No puedo.

8 Comments:

Blogger Soorikeit said...

PUTA LOLA, COMO TANTO
YA
TE LLAMO MAÑANA, Y QUE JUE
vamos que se puede vamos que se puede!!!!

9:41 PM  
Blogger Soorikeit said...

lo de siempre...cortar/pegar/imprimir y leer en la micro...quedar atragantado...pucha que puedo hacer, darte animo, desarte lo mejor? me quedo inconmesurablemente corto... CRESTA...que puedo hacer....

12:59 PM  
Blogger Distemper said...

UUUUUUF, qué rudo. Qué susto, además. Escribes igual a mi ex polola. Valor.

1:31 PM  
Blogger dani said...

animo pepinot!...gracias por comapartir toda tu historia con nosotros.
tienes coraje niña!
mucha suerte y buenas vibras en tu viaje!
y duro con él!! ;o)
saludos y abrazos y bsos
ANIMO ANIMO ANIMO ANIMO

11:28 PM  
Blogger Willy said...

Estimadísima Pepinot

Es miércoles por la noche (o más bien las primeras horas del jueves), y como te vas mañana viernes, quiero aprovechar de desearte lo mejor en tu viaje.

Ánimo, fuerza, mucha fuerza... me imagino que no es fácil lo que estas viviendo, pero debes tener la confianza suficiente para salir adelante. A nadie le gusta perder, a nadie le gusta ser engañado, es duro recuperarse de un golpe de ésos y se entiende tu miedo, pero debes tener fe y luchar por lo que te mereces... al menos, si las cosas no resultan por x motivo, estarás tranquila y en paz contigo, puesto que diste lo mejor y te esforzaste...

Nadie tiene garantizado el éxito. Hay que tomar riesgos para ganar, la caída puede ser estrepitosa, pero también el premio es grande...
juégatela!

Suerte, ánimo! Mucho ánimo!!! Te deseo lo mejor!

(no sé que más decir...)

Muchos saludos!

1:23 AM  
Blogger Pinot Noir said...

Queridos Saori, Perecito, Dis, Kit, Willi y Gwaihir (como el águila que salvo a Gandalf?):
Cada una de sus palabras significa mucho para mí. Las tomaré a todas ellas y las llevaré conmigo.
Prometido.
Besos

1:02 PM  
Blogger Oscar said...

ups...
Todos cometemos errores.
Lo importante es darse cuenta del error, pararse y poner la cara si es que la otra persona te importa. Creo que walt puso una mejilla y luego la otra, y de nuevo... y asi.
Por algo será, no?

3:54 PM  
Blogger Gris said...

no puedo aconsejarte nada...porque estoy en un proceso similar...en fin, que sea lo que tenga que ser...

1:37 PM  

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