Sunday, May 21, 2006

Así no se puede trabajar IV

Pepinot regresa rápidamente a su escritorio, se sienta, mira su agenda, calcula sus tiempos... Sí, piensa, tiene que ser hoy, la próxima semana ya no tendría ningún sentido... y se decide.

A: Aló!
P: Hola.
A: (gran exclamación con aquel sobrenombre por el cual sólo él la llama)... Cómo estamos?
P: Bien. Necesito hablar contigo.
A: Cuando quiera. Almorzamos mañana?
P: No. Tiene que ser hoy.
A: Ehhh, ando en el campo, creo que vuelvo tarde... y para qué sería?
P: Nada, algo que tengo que hablar contigo.
A: Uy, que estamos serios... ya pues, ud. dirá...
P: Llámame cuando vuelvas y nos juntamos en tu sitio.
A: Ya pues, hablamos...
P: Chao.

Como por arte de magia, Pepinot siente que se le pasa la tensión, se relajan sus articulaciones, y vuelve a su lucha frenética por tickear todos los pendientes de la larga lista.
Esto se termina hoy, piensa satisfecha.
Cuando finalmente mira el reloj, ya es casi de noche, y nota que su jornada está a punto de acabarse. En eso, suena el teléfono.

A: Voy llegando.
P: OK, en 15 minutos más estoy allá.

Pepinot arregla sus cosas, sale de la office y sube en Yarito, camino a ese encuentro inoportuno.
Hace mucho frío, pero Pepinot apenas repara en ese detalle tan importante para ella. En realidad no piensa en nada, sólo conduce, muy rápido, y en menos de lo presupuestado se encuentra ya en el lugar de la cita.
Mira alrededor. No ve a nadie. Saca el teléfono y marca su número.

P: Donde estay? Yo ya estoy acá y no te veo...
A: Estoy en la casa, esperándote...
P: Pero si te dije en EL SITIO...
A: Pero si yo te entendí en la casa...
P: grrrr... OK, voy para allá.

Y es para allá donde justamente no quería ir. Por eso ella sugiró ese impersonal punto de encuentro. Y no allá, el reciente escenario de Año Nuevo.
De pronto, siente el cansancio provocado por el cúmulo de tensiones del día, como si la energía le hubiese durado exactamente hasta llegar a ese lugar.
No quiere manejar hasta allá, el trayecto es muy largo, lo suficiente - presiente - como para que se le acabe el envalentonamiento en el camino. Aún así, decide continuar.

Y mientras toma aquel conocido camino, Pepinot siente que su espalda está rígida; ni siquiera la lleva apoyada en el respaldo. Al tomar una curva, sus manos se resbalan levemente del volante... están húmedas, transpirando un sudor helado.
De pronto siente que las ideas se le empiezan a atropellar en la cabeza, y se le ocurre que ese encuentro no tiene ningún sentido, que no está segura de nada de lo que va a decirle, y que, más terrible, él se dará cuenta.
Trata de secar sus manos en los pantalones, y se da cuenta que siente las rodillas tibias, como si le estuvieran temblando los tobillos...

Mientras más lo percibe, más rabia le da no entender qué le está pasando.
Mira por la ventana y trata de dar, en su mente, un orden lógico a su discurso de reclamo.
En eso, llega frente al portón de ese lugar, y pincha a A para que le abra la puerta.
La puerta se abre, y salen como 5 perros a darle la bienvenida. Al fondo, A la espera de pie.

Pepinot se estaciona, baja del auto, y sin saludarlo entra en la casa.
Ya adentro, su cuerpo percibe un calor bendito que hace que sienta un poco mejor.
A, en pijama y calcetines, la invita con un gesto a pasar a la salita, más cerca del fuego, sabiendo que es una invitación que ella jamás rechazaría.

En efecto, Pepinot se acerca al fuego, y con una mano alcanza una silla y se sienta, sin mirarlo, sabiendo que él, por la vez nº 1.000.001, le perdonará todas sus rudezas.
El ya la ha visto así otras veces, en otros lugares, bajo otras circunstancias. Sí, él la perdonará, como siempre. Por eso ella abusa, lo sabe.

Mientras la observa y le concede su tiempo, A se sienta cómodamente frente a ella, extendiendo y cruzando las piernas, con cierto aire de curiosidad e inquietud.

Cuando vuelve a sentir que sus manos se recuperan gracias al calor de la chimenea, Pepinot ya está lista para lanzar su estudiada pregunta, en el tono más neutral posible.

P: Por qué no me dijiste que te ibas a casar?
A: Porque nunca he estado por hacerlo. No se quién te habrá ido con el cuento, pero eso no es verdad.
P: Estás seguro? Y el comentario de la mamá de la Cri en la casa del Keno el año pasado?
A: A ver... yo el año pasado estuve saliendo con una ex... a veces venía, a veces no venía, pero no fue más allá de eso. Tú también has estado saliendo con otros tipos sin contármelo, y yo nunca te he pedido explicaciones.

Ehh, eso era un poquito más de la información que ella pensaba que él manejaba.

P: A, yo no te estoy pidiendo explicaciones. Nosotros nunca nos hemos dado explicaciones, ésto no tiene que ver con eso. Como ya sabes, el año pasado tuve un rato bastante desagradable por culpa de una loca sicopateándome porque yo había pololeado con su recién estrenado marido hace como un millón de años atrás, y no tengo ninguna gana de repetir la experiencia con una novia celosa, que estaría en todo su derecho, pero sin tener yo ninguna culpa, sólo porque tú omitiste "el detalle"...
A: Y tienes razón, pero en este caso nada que ver. No tengo ninguna intención de casarme pronto, y la verdad es que no se si lo haré algún día. La gente que veo casada a mi alrededor, no parece precisamente feliz, y yo no voy a hacerlo simplemente para darle en el gusto a mi familia o cumplir con algún deber social. Si estoy con alguien es porque quiero, y no necesito un papel firmado o un show con cura para validarlo.

Claro. Clarísimo.
Pepinot lo mira y entonces se da cuenta que A probablemente está diciendo la verdad, porque ese ha sido el speech que le ha escuchado toda la vida.
No obstante, se da cuenta de otro detalle, super curioso.
De pronto, siente que están super lejos el uno del otro.
Pero, por más que quiera, es absolutamente imposible salvar esa distancia que los separa físicamente, cuando los dos se miran de frente.
Son apenas dos metros, pero en la práctica es como si fueran 2 años luz. Así de lejos.
Ella, al menos, nunca podrá.
Y se pregunta un par de cosas más en su cabeza.
Error.
En ese mismo instante comienza el descalabro de ideas, y parte el festival de incoherencias...

P: A, tú crees que hay alguna diferencia entre decir una mentira y omitir algo importante?
A: Yo creo que no hay ninguna.
P: Exacto. Cómo podría yo estar pidiéndote explicaciones, si tal vez soy la mayor mentirosa de esta historia... he ocultado muchas cosas... muchas... importantes... Y ahora estoy aquí, haciendo casi un show, como si pareciera que estoy celosa o algo así... es todo tan absurdo...

Stop. Pepinot está exhausta. Se da cuenta del tamaño de las brutalidades que acaba de decir, y la vergüenza hace que cierre su boca, esconda su cara y le den ganas de que toda esta situación no estuviera sucediendo en realidad. Y más se enrrabia y se confunde al darse cuenta que, a lo largo de toda la triste escena, A no ha movido ni un músculo de su cara.
Está ahí, sentado, mirándola, insoportablemente dueño de sí mismo. Eso le da el impulso final.

P: OK, me queda todo super claro. Te creo. Aún así, necesito pedirte algo.
A: Dime.
P: No quiero que me llames más, ni que me busques en ninguna parte... por un rato. Necesito alejarme... un tiempo.

Silencio.

A: Estás con alguien más?
P: No.
A: Entonces puedo preguntar por qué?
P: No puedes hacer algo tan sólo porque yo te lo pido, sin preguntar por qué?

A emite un hondo suspiro, como si botara el aire de golpe, y por primera vez, parece casi a punto de perder la paciencia, seguramente ante la locura de esa demanda. Probablemente la más loca que ella misma haya escuchado salir de su boca.

A: Bueno, se hará como usted diga.
P: Gracias. Me voy.

Acto seguido, Pepinot se para y se dirije a la salida.
Siente los paso de A detrás de ella.
En eso, cambia súbitamente de idea y entra al baño.
Cierra tras de sí la puerta, se mira al espejo e increpa a la imagen que le devuelve su reflejo.

"Por última vez, trata de controlarte y actuar como adulta. DI algo que suene mínimamente coherente, al menos, para dar la explicación que falta".

Pepinot respira hondo, se arregla el cabello y sale del baño.
A la espera de pie, en la habitación cerca de la puerta.
Ella entra, se sienta lentamente en un sillón, y mira a A.

P: OK, voy a tratar de explicarte.

Y Pepinot clava su mirada en un punto indefinido de la pared enfrente suyo, concentrándose, como si estuviera tratando de retirar las capas y capas de ideas y pensamientos enredados en su cabeza, que no le permitían llegar más adentro y ver las profundidades de sus propios sentimientos.

Cuando supe que te casabas, me pasó algo raro. Pensé en todos los momentos y espacios nuestros que a veces compartíamos... y la sensación de saber que ellos no existirían nunca más... me afectó. Yo... luego de un rato, comprendí que estaba reaccionando desde mi propio egoísmo, y que si, en realidad, tú habías encontrado a alguien tan especial, que te quería tanto y que te hacía tan feliz como para hacerte dar ese paso, yo sólo debía sentirme feliz por tí... y hacerme a un lado. Y eso fue lo que hice.

En ese momento, A intentó decir algo, pero ella lo detuvo con un gesto, dándole a entender que la dejara terminar, o ya nunca más sería capaz de volver a capturar ese rayo de lucidez emocional.

P: Y ahora, tú me dices que no, que no es verdad. Pero, por alguna razón, ya nada puede volver a ser igual... algo cambió... en mí. Me confundí.
A: Pero te confundiste cómo... de qué forma?

Pepinot lo mira, como si volviera de algún lugar muy lejos, a la realidad de esta situación, con esta persona... y rápidamente se cubre de nuevo, con todas sus defensas.

P: Nada. Sólo me confundí. Eso.

Y antes que se le escapara algo de lo que, sin ninguna duda, se arrepentiría, Pepinot se para bruscamente, sale de la casa, se sube al auto, y se va.
Sin despedirse.

Con piloto automático, Pepinot maneja de regreso a su casa.

Al entrar en las calles de ese pueblo envuelto en neblina, las ruedas barren con montones de hojas que han comenzado a juntarse en las orillas del camino.
Ya muy triste, Pepinot recuerda otros otoños, y se da cuenta que éste será aún más triste, sin el dueño de todos sus colores.

4 Comments:

Blogger SebastiandelaGente said...

Ufff...
Creo que en verdad sufres de Dislexia del Corazón... Crónica...
Trata de darte cuenta antes que sea demasiado tarde... y que no te pase lo que me pasó a mi... que Ayer tuve que comprarme una estufa para pasar el Invierno...

Canción recomendada: "A Message" / Coldplay

5:21 PM  
Blogger dani said...

pero pepinotttttttttttt...esta es una tremenda historia!!!,
ese hombre te tiene tanta paciencia que me enternece:)

no se...a veces uno se complica mucho la vida..y por las puras..

busca al dueño de los colores de tu otoño:)

bso

10:18 PM  
Blogger Oscar said...

sabes...
La paciencia no nace de la nada. Las personas se ganan la paciencia de otras y uno derrocha paciencia sólo con los que quiere.

Ah...La historia como tal está super entretenida...

6:38 PM  
Blogger Pinot Noir said...

Chicos, gracias mushas por los comments...
SDLG, hace rato que yo tuve que comprarme un scaldasono...
Kit, de verdad desearía que las cosas fueran más simples para mí. Está clarito que muchos de mis problemas existen sólo en mi cabeza, pero aquí hay un poco más bajo la superficie...
Oscar, gracias por tu comment, a mí tb me gustó como quedó contada la historia... estaba inspirada.

8:30 PM  

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