Happy New Year (Episode IV)

Bueno, creo que he decidido cambiar el estilo literario - de guión, vuelvo al relato -, si no, esta cosa no la cabo nunca...

El caso es que, finalmente, llegué a la casa de A. Obviamente venía recién despertando de una tremenda siesta motivada por el calor infernal de ese día.
Pero aún así, todo adormilado, pudo darse completa cuenta de mi cara de desastre familiar... qué lata, pensé, no pienso contarle nada de esta lata eterna que son las peleas con mis viejos.
- Qué te pasa, niñita?
- Nada, tengo calor. Ayúdame a bajar las cosas para la cena.

Luego que terminamos de bajar las 80 bolsas de las compras en el super, y de poner lo correspondiente en el refri, me dirigí raudamente a la piscina, no sin antes aperarme de mi frasco de pisco-sour-light, mi mejor amigo en esos momentos (ya se, qué alcohólico el comentario, pero bue).
Como que A cachó que quería estar sola un rato, por lo que me dio mi minuto de privacidad, el cual aproveché largamente para mutar en un pescado y hundir mi humanidad en algo cercano a la ingravidez. Y refrescar la cabeza, y las ideas, y llorar bajo el agua - qué cosa más cómoda, nadie te pilla.
Luego de un rato, A se aparece. Yo, como en el tercer pisco sour, ya me siento mejor. Bastante mejor.
Y conversamos.
De el tema más inverosímilmente entretenido para ese minuto: Vida y muerte de una abeja. Hablo en serio; A se las está dando de apicultor, y me comienza a explicar en detalle número de colmenas, cómo se origina una reina, qué es lo que come una reina, cuántos días vive una obrera, kilos de miel, enfermedades de anbejas, etc.
Sabían ustedes que una reina se transforma en tal sólo en base a una alimentación diferente, con la famosa jalea real? Yo no tenía idea. Tampoco sabía que a las abejas las pueden atacar plagas de piojos, etc, etc, etc.
Qué conversación más linda. Me encanta aprender cosas nuevas, y más me encanta cuando tengo un buen profesor.
El caso es que tomamos sol todo el resto de la tarde, y como a las 8 - yo en pareo y traje de baño -, me dispongo a iniciar la preparación de la

CENA

Pero, antes que nada, bajé a buscar todos los CDs del auto, y luego de poner a la Nora Jones, October Project y el Señor de los Anillos (I).

Luego de tan prolija selección musical, el salmón estaba listo para su ritual.

Y me sambullo en ese hábitat tan poco habitual para mí como es la cocina, y saco papel Alusa, y lo enmantequillo entero, y aliño el salmón, le echo romero, sal, limón... luego lo envuelvo el Alusa, y, a la temperatura exacta, lo introduzco en el horno para su fase final... mientras saco las papas del congelador y preparo las ensaladas.

Luego de eso, el ritual que más me fascina: poner la mesa.

Han visto algo más encantador que una mesa bien puesta? Yo no.

Mantel ad-hoc, servicio especial, copas lindas, servilletas bellas. Aceite, vinagre. Botella de vino (toda mía para mí solita), jarro con Coca-Cola (nada de la botella en la mesa).

A las 10, todo casi listo, y yo rauda y veloz, a cambiarme de ropa.

Visto para la ocasión, mi bello vestido blanco.

Le oí una vez a mi amiga Fa que en Brasil la gente viste de blanco y se dirije a la playa a esperar el año nuevo, mientras le pide cada uno su deseo a la diosa no se cuánto.

Yo también tenía los míos.

Y así, listo y dispuesto hasta el último detalle, encendemos la TV- ya se, el detalle no pega mucho, pero no había un reloj confiable a mano - y

EMPIEZA LA CUENTA REGRESIVA...

PS: Prometo que mañana termino la historia. Es que A anda sapeando y no puedo terminar de escribirla tranquila...